6/6/07

En el Madrid de los Austrias y en el resto

Madrid me parecía una gran cloaca, a la que sin embargo no le pillaba el punto desde mi lado más punk. Era la gran ciudad que más veces había visitado y la que menos me gustaba, mala suerte. Malasaña, Chueca o Lavapiés si que me habían llamado la atención pero no bastaba. Parecía eterna, la manía.

Desde mi punto de vista provinciano, periférico, quizás era lógico ese repelús. Pero no deja de ser llamativo haberlo perdido tan de repente. Quizás las anteriores visitas estaban motivadas por el estado de ánimo, el clima, el propio motivo de la visita... aunque lo dudo. Lo dudo no por el carácter variable e influyente de todos esos factores sino por lo difícil que me resulta cambiar de mentalidad ante ciertas cosas. Así que debe ser fruto de la casualidad el hecho de que mi opinión sobre Madrid haya cambiado bastante. Madrid da asco, pero tiene muchas cosas buenas.

Ahora estoy a favor de Madrid porque me gusta El Retiro donde se corre pero donde también se practica esgrima y donde se celebra la feria del libro con canallas como Jímenez Losantos o César Vidal, firmando ejemplares. También me gustan los caramelos de kalimotxo de la tienda de Paco y el exotismo cañí de unas croquetas algo quemadas (croquetas no albóndigas -chiste situacional-) que supongo que desaparecerá sustituido por restaurantes wok. Me gusta el Mercado de Fuencarral, que es un Camden enlatado y todo lo contrario al consumismo del "yo no soy tonto".

Me apasiona de Madrid su dimensión, demasiado macro para mi. Se me escapa pensar como funciona una ciudad tan grande. Entiendo que la perspectiva adecuada es la misma que para comprender cualquier dimensión más pequeña, saber distinguir lo importante. Analizar lo importante en Madrid me resulta complicado, abrumador... un gran reto.

Me gustó del viaje que salió perfecto por la compañía, más que por esas variables tan variables (clima, motivo de visita...) y hasta tuvo sus momentos divertidos como poder chapurrear algo de inglés enseñando a los foráneos frases como "tela marinera", sin sentido literal en el mundo anglosajón.

No me gusta el metro a pesar de que es un gran invento y lo más parecido a la teletransportación. La teletransportación será un atraso salvo que se consiga a la manera futurama, con tubos transparentes, porque un transporte sin ver es horrible. El metro es para mi un hijo muy bastardo del tren. Tampoco me gusta El Prado que tiene una cafetería de albergue y una forma de exponer como si fuese un gran álbum de sellos, pero me gustan sus cuadros. El Prado era visita obligada por ser fan de Gombrich, pero lo recomiendo a cualquier amante de la cultura pop pues encontrará una docena de obras que plagaban los libros de Sociales.

Una de esas postales era la de Jovellanos (del que nunca fui seguidor porque Riego me parecía -entre los ilustres asturianos- más progresista, más sencillo y sobre todo más valiente) ¿Cuándo otro asturiano retratado en el Prado? discutía con el autor de Calle Paraíso (un asturiano algo asmático). La respuesta es pesimista: no lo habrá dentro de 200 años. Así que sigo pensando que el asturiano más importante de los últimos tiempos fue Tino Casal, y no lo digo como extravagancia o provocación ni tampoco por devoción musical -que en el sentido estricto no se la tengo-. Casal triunfó en Madrid, será quizás por algo que dijo Juan Cueto, que puede ser el otro gran asturiano relevante, "para triunfar en Asturias tienes que triunfar primero en Madrid".

5 comentarios:

Anónimo dijo...

peroquetoooooonnnnnto

factoria7gritos dijo...

Quizás si me comentases algo más podría distinguir si toooooonnnnnto es un apelativo cariñoso o estás en desacuerdo con algo de lo que escribí. Podías además firmar, así el dialogo sería un poco más interesante.

De todas formas gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

Si te digo la verdad, creo que lo único malo que tiene Madrid, son los madrileños, y me explico: Ellos/as no tienen la culpa. Les han educado para ser desconfiados/as. Es una gran ciudad en la que te puedes encontrar de todo y por eso, de mano, desconfían ante los desconocidos (sean de donde sean, también madrileños). Todo lo contrario a lo que nos ocurre a los que llegamos de provincias, que llegamos a ser más amables incluso de lo que somos porque en el fondo actuamos como cuando vamos a casa de otro o cuando tratamos con alguien por primera vez: quereremos caer bien.
Por mi experiencia, los vecinos madrileños no te sujetan la puerta del ascensor aunque vean que vienes con bolsas, en el metro, los madrileños no ceden su asiento, si tropiazan en la calle contigo no piden perdón... pero si ya te conocen de algo, son gente normal y corriente con las mismas miserias y virtudes que cualquier asturiano del montón.
A mí, me gusta Madrid.
Lucía

Marco dijo...

Madrid puede ser más o menos simpático, pero después de muchos años sigue sin convencerme, sin parecerme agradable, amable, sin gran cosa que resaltar. Lo que dices de los madrileños es similar a lo que les pasa a los americanos con el resto del mundo: como no tienen necesidad de los demás, piensan que lo que hay afuera no puede ser bueno... En fin.

factoria7gritos dijo...

Si que es cierto que en una ciudad de esas dimensiones la gente tiende ir un poco más a su bola, a ser más borde. Sin embargo no creo que sea sólo cosa de los madrileños pues habrá tantos madrileños como los que no lo son.

No obstante es verdad que cuando llegas a un sitio la forma más rápida de integración es convertirte en "nacionalista".

Pero los madrileños que conozco, nacidos en Madrid, y son muy pocos son personas muy amables pero... y por seguir con la comparación americana, ¿Serán los madrileños como los neoyorkinos -o como quiera que se escriba-? En algún sitio he leído que son muy poco polite pero en cambio muy sinceros.

Otro día hablamos de aquellas matrículas M que despertaban tantas manías :-)