20/11/09

Innovar en la agenda progre

En una tribuna que se sale de la línea más científica a la que acostumbra en Cinco Días, sostiene Jonás Fernández, en El País, que no existe la "paradoja Europea" y plantea otro análisis y definir así otro itinerario. Me parece que tiene razón. Aunque habría que definir más ese itinerario, estoy de acuerdo en que la paradoja pueda ser una especie de mito paralizador y pesimista para la izquierda europea... que en estos momentos necesita algo de, podríamos llamar, I+D+i.

Por lo pronto, abre debate y a futuro plantea lo siguiente:

Dicho esto, cabría preguntarse si los demócratas americanos, desde posiciones más progresistas, y los conservadores europeos, desde las suyas propias, no están siendo más hábiles a la hora de perfilar el nuevo paradigma y ofrecer un proyecto creíble al electorado. En mi opinión, sí. Por una parte, en EE UU, el sistema político canaliza mejor las aspiraciones y esperanzas del electorado, dado que el modelo de formaciones políticas débiles junto a elecciones primarias reduce el nivel de burocracia. Esto ha permitido renovar la agenda política velozmente. Por otra, los partidos conservadores en la mayoría de Europa, sin ofrecer innovación programática alguna, están presentando candidatos sólidos a los que asirse en tiempos de incertidumbre. La historia nos da ejemplos desafortunados de este comportamiento. Así pues, ¿qué debería hacer la izquierda europea? Primero, huir del discurso de la "paradoja europea". Esta tesis sólo conduce a considerar los gobiernos progresistas de los últimos 30 años "cómplices del neoliberalismo" y a pretender hacer renacer políticas dirigistas felizmente enterradas. En segundo lugar, analizar el sistema electoral y de partidos para permitir un afloramiento más sencillo de los movimientos de cambio que siempre juegan a favor de la izquierda. Y finalmente, lo más importante, redefinir el nuevo paradigma económico (más allá de las medidas anticrisis de corto plazo) en el que van a operar las sociedades en las próximas décadas para impulsar en él los valores y principios progresistas.

En este sentido, parece claro que la nueva regulación financiera internacional restará potencial de crecimiento (también de destrucción) al sector financiero. Así, la intensificación y profundización del comercio mundial será clave y, por ello, cerrar la Ronda de Doha o trasponer la Directiva de Servicios fiel a su espíritu será fundamental. También lo será mejorar el funcionamiento del mercado de trabajo tanto nacional como internacional, lo que tendrá importantes repercusiones sociales. Por último, el Estado ganará un mayor peso en el diseño de políticas energéticas-medioambientales, aunque espero que no industriales, y fortalecerá su papel como regulador de mercados competitivos.

Éstas son algunas de las líneas de reforma que debería ampliarse con una apuesta renovada por el proyecto europeísta. La socialdemocracia debería centrarse en contribuir a ese diseño mirando a un futuro como siempre incierto. Sin duda, este papel parece más difícil que esperar a los electores anclados en viejas recetas, pero supone quizá uno de los más desafiantes retos de nuestra generación.

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