La teoría es que, ajeno al debate político con la oposición (que representa a su propia ciudad -y ciudadanía-), cree que no se quema y, de esta manera, Gabino de Lorenzo es, hoy, algo así como un jefe de protocolo.
En otras palabras, lo que pretende es ser rey de Oviedo y no alcalde. Presencias limitadas en actos banales y poco más: mucha publicidad y poco trabajo. Palacio de retiro y todo.
Lo dicho, a priori, nadie votaría a un alcalde así porque parece lo contrario a la buena política: el dialogo, el debate, la democracia, la transparencia, el esfuerzo, el liderazgo...
Pero mientras el electorado le cuestiona esa actitud, la escasa presencia del regidor también puede pasarle factura en, al menos, dos sentidos. Las presencias obligadas de las que no se puede librar y las meramente protocolarias a las que decide no asistir:
- ¿Presencias obligadas que le pueden pasar factura? (por 25 pesetas)... acabar con el Campo San Francisco.
- ¿Presencias protocolarias a las que no asiste? (por 25 pesetas)... "Pacto entre alcaldes" (donde sí estuvo San Sebastián, entre otras ciudades españolas).
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